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NOTAS EN MEDIOS

miércoles, 18 de enero de 2012
 LAS AMBICIONES DE ROSA EGLANTINA
"Mi trágica noche isabelina"
Unipersonal de Rosa Eglantina
Dir. Caín Coronado
Dramaturgia: Katleen Chávez
Una coproducción de
Pícaras producciones
y Laboratorio teatral "Cuarteto del silencio" Diseños gráficos y fotografía: Ana Loredo

Existe un límite, una demarcación clara entre lo que puede ser conocido de un modo objetivo y lo que no puede serlo. Ese límite es la experiencia. Y eso, experiencias son las que abundan en esta puesta en escena.
"Soy una actriz que busca dejar algo por qué ser recordada" y esta sensibilidad nos vuelve receptivos de inmediato. No de manera pasiva, nos sacude la confesión pues nos presupone incomodidad y más aún, la continua actividad corporal de la actriz, de la movilidad de los objetos, del espacio, del tiempo. El tiempo como entendimiento activo capaz de producir conceptos. Y ahí la riqueza de "Mi trágica noche isabelina".
En la Crítica de la razón pura de I. Kant (Alemania, 1724 – 1804) se parte asumiendo los resultados del empirismo, afirmando el valor
primordial que se le da a la experiencia, en tanto esta permite presentar y conocer a los objetos, desde la percepción sensible o intuición. La capacidad de recibir representaciones se llama sensibilidad, y es una receptividad, pues los objetos vienen dados por esta. La capacidad que tenemos de pensar los objetos dados por la sensibilidad se llama entendimiento. Las intuiciones que se refieren a un objeto dado por las sensaciones se llaman intuiciones empíricas y el objeto sensible es llamado fenómeno (término de origen griego que significa «aquello que aparece»).

"Mi nombre es Rosa Eglantina III" y con esta frase nos disponemos a presenciar "aquello que aparece" en voz e imagen de una mujer que nos convierte en testigos que puedan legitimar las intenciones de una actriz que se bifurcara ante nosotros en la disyuntiva de Ser o Dejarse Ser ante los espectadores que, precisamente expectantes, la observamos cuestionarse la validez de ser actriz ante la injusticia aparente que representa serlo en nuestros días.
Dentro de un espacio que define una habitación, Rosa Eglantina explora sus fobias y filias y su eminente amor por el teatro. Y partiendo sobre el intento de descubrir el origen, sus raíces, nos acerca a las raíces de la complejidad que las obras del bardo inglés W. Shakespere, indudable pilar en la concepción de personajes, y que desde este probable lugar común, Eglantina se pone a la par y al verse en la piel de Julieta, Desdemona, entre otros personajes del universo femenino de este "clásico" pone su propia piel para, en la comprensión de ellas, las otras, comprenderse a sí misma, cuestionarse y cuestionarnos; "estetizarnos" plantearía Kant (El empleo del término «Estética» en Kant es fiel a la etimología aisthetike, viene de aisthesis, que significa 'sensación, sensibilidad'), a los que absurdamente encontramos, que no solo en el teatro, sino en el arte mismo, la motivación, el obstinamiento de continuar con los riesgos derivados hacia el ostracismo que la vocación artística puede llevar, en un mundo globalizado y olvidado del arte en sí mismo.

La Estética trascendental de Kant, muestra que, a pesar de la naturaleza receptiva de la sensibilidad, existen en ella unas condiciones a priori que nos permiten conocer, mediante el entendimiento, los objetos dados por el sentido externo
(intuición). Estas condiciones son el espacio y el tiempo. Y es precisamente que bajo la batuta de Caín Coronado, el espacio- ese espacio que nuestra percepción clasifica como breve- es transformado en una simultaneidad de situaciones y contextos que expanden nuestra propia intuición y que nos sensibiliza, nos enternece, nos apabulla y nos llena de todo aquello que de cotidiano nos rodea a través de la utilización al máximo de cada uno de los objetos. Y es precisamente aquí donde se expande nuestra capacidad (receptividad) de recibir esta representación, al ser afectados por lo que uno ve de entrada aparentemente excesivo: los objetos. Dice Kant: "todas nuestras intuiciones no son más que una representación fenoménica. Permanece para nosotros absolutamente desconocido qué sean los objetos en sí, independientemente de toda esa receptividad de nuestra sensibilidad". Sensibilidad que pone al descubierto la actriz al interactuar con ellos y que ya desde su utilidad nada ordinaria, adquieren en su intencionalidad significaciones de conceptos planteados desde la aparente rutina que presentaría su primaria utilización.

Para que las sensaciones sean referidas a esos objetos externos (o bien alguna cosa que ocupe un lugar distinto del nuestro), que la puesta nos plantea y, asimismo, para poder entender los objetos como exteriores los unos a los otros, como situados en lugares diversos, es necesario que tengamos antes la representación del espacio, que

La representación del espacio no es un producto de la experiencia; es una condición de posibilidad necesaria que sirve de base a todas las intuiciones externas. El espacio es la condición de posibilidad de existencia de todos los fenómenos que confluyen tanto en la experiencia personal de Rosa Eglantina (actriz) como de Rosa Eglantina III (personaje) ya que es el espacio la forma en la cual todos los fenómenos externos se dan, o dicho de otro modo, en el espacio se da la intuición sensible.
Por su lado, el tiempo es también una forma pura de la intuición sensible y es presupuesto desde el sujeto cognocente (de manera a priori). El tiempo es una condición formal (también a priori) de todos los fenómenos y posee validez objetiva en relación solo con los fenómenos. El tiempo, al igual que el espacio, tampoco es un concepto discursivo, sino una forma pura de la intuición sensible. ¿Cuánto es el tiempo que Rosa Eglantina nos hace tratar de entender este viaje por la experiencia vital? Tres tiempos confluyen: El tiempo de la actriz y sus experiencias; el tiempo donde la ficción indaga en las motivaciones de personajes clásicos desde una perspectiva totalmente unipersonal; y el tiempo mismo de la puesta en escena -aproximadamente 80 minutos- de anagnórisis y catarsis sin detrimento de complementar la razón y la emoción en una sola percepción. Pero además, como diría Kant: "el tiempo es la forma del sentido
servirá de base a las intuiciones y es precisamente como, con un interesante estudio de iluminación, nos lo presenta Coronado (como destacado diseñador de iluminación que es también) en base a una diversidad de dispositivos lumínicos que partiendo de la manipulación de la actriz (al igual que lo que en escena a nivel sonoro escuchamos), demarca espacios y genera ambientes que en su proximidad nos revela la variedad de partituras emotivas que nos plantean puntos de partida siempre amplios en posibilidades de contextualización. El espacio, argumenta Kant, no puede ser un concepto del entendimiento puesto que los conceptos empíricos se elaboran sobre los objetos ya intuidos de forma sensible en el espacio y el tiempo; el espacio, como intuición, es anterior a cualquier intuición de objeto, anterior a cualquier experiencia; por eso, dice Kant, es una intuición pura. Y ahí es donde enriquecemos la experiencia de este fenómeno escénico. interno" refiriéndose a la capacidad que los sujetos tienen de intuirse a sí mismos, en la «apercepción», es decir la percepción de la propia identidad empírica, en una sucesión de momentos, que constituyen el tiempo. Y la percepción del universo "Eglantiniano" nos identifica y nos modifica nuestro propio tiempo.

En la Crítica de la razón pura Kant dice: «El concepto trascendental de los fenómenos en el espacio es una advertencia crítica de que en general nada de lo percibido en el espacio es una cosa en sí, que el espacio es además una forma de las cosas; los objetos en sí nos son completamente desconocidos y lo que llamamos cosas exteriores no son más que representaciones de nuestra sensibilidad».

Sintetizando someramente a Kant diríamos que en "Mi trágica Noche Isabelina" son las impresiones (elemento material del conocimiento) las que ponen en marcha nuestro entendimiento sobre lo cotidiano y su significado en nosotros. Pero ese entendimiento llevado a un conocimiento no se completa si no se aporta algo que el sujeto (ya actriz, ya espectadores) conoce, por dos formas a priori de la sensibilidad: el espacio y el tiempo. Cuando, gracias al espacio y al tiempo ordenamos las impresiones, se produce el conocimiento o representación sensible, es decir, podemos ver, oír, tocar... se ha realizado entonces la síntesis de aprehensión, aprehensión que, desnuda, la actriz abofetea en nuestra indolencia hacia lo que no puede concentrar, partir y mandarnos literalmente a la NADA, o dicho en mejores términos… a la chingada.
Juan José Campos Dramaturgo, director de escena, actor y docente teatral.
San Luis Potosí, S.L.P.

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